Para ser novelista


Para ser novelista de John Gardner. Publicado originalmente en 1983 en inglés: On Becoming a Novelist

Para ser novelistas

Existen libros que uno anda buscando sin buscar. Quiero decir que a veces uno está atravesando una situación específica en la vida y ocurre la feliz coincidencia de que un libro (en realidad podría ser cualquier otra cosa) se topa con nosotros y está ahí dibujado o explicado todo lo que en ese preciso instante anda atormentándonos. Entre más uno haga determinada actividad (disfrutar del cine o practicar un instrumento musical, por ejemplo) más probable es que ocurran momentos así, pero la mayoría de las veces sucede que las cosas nos llegan un poco tarde (cuando ya hemos superado la situación vital) o algo antes cuando todavía no podemos entender muy bien el mensaje oculto. Con Para ser novelistas de John Gardner me ocurrió como lector lo primero, es decir: lo raro, el hallazgo preciso y precioso.

La gente por lo general piensa en los escritores profesionales como seres glamurosos y difícilmente pueden creer que uno pueda calificar para ello.

Normalmente me gusta leer ficción, es una cosa que antes me avergonzaba bastante más y por ello me preguntaba constantemente: «¿Por qué no estoy leyendo algo "útil" como un libro sobre negocios o algo relacionado a mi carrera?». A veces todavía me lo pregunto, pero en general he aprendido a responderme que leo ficción simple y llanamente porque me gusta. No hay más explicación que esa. Y me gusta tanto que en un punto de la secundaria decidí que, pese a ser una quijotada sin gracia, también me gustaría escribirla, más aun, decidí que quería escribir bien. Por esto último es que de vez en cuando también me gusta acercarme a libros que hablan concretamente de los procesos involucrados en la escritura creativa.

En buena medida he ido escribiendo algunas cosas desde entonces hasta ahora, no sé si buenas pero al menos escritas con esmero y seriedad. Sin embargo, eso no quita que cada tanto las presiones y obligaciones de la vida real me debiliten lo suficiente como para que en mi mente se formen de nuevo las terribles dudas y juicios. Ya lo he dicho en otros escritos, la situación de quien pretende escribir seriamente está llena de obstáculos, incomprensión y mucha soledad (a eso añadamos todo lo que supone hacerlo en Nicaragua). Evidentemente también está la otra orilla, mucho menos extensa e improbable: la fama, los aplausos, los viajes, las entrevistas, etcétera; cosas que según entiendo solo están destinadas a unos pocos afortunados o talentosos autores (entre los que por supuesto no hay que descartarse premeditadamente, sobre todo si apenas se está iniciando).

Pero bien, esto más que una reseña se ha convertido en un escrito plañidero, lo verdaderamente importante de decir es que si por algún motivo uno se ha planteado seriamente la cuestión de escribir quizás este libro ayude mucho más de lo que creás. Está destinado a novelistas en ciernes, aunque pienso que leerlo tampoco vendría mal para otro tipo de autores, como poetas o cuentistas. También es verdad que muchas de las cosas que dice (los largos pasajes de consejos relacionados a publicación o a la búsqueda de agentes) están totalmente alejadas de nuestra realidad centroamericana y son casi completamente inútiles. Pero adentrarse en la obra de Gardner puede suponer para el o la joven escritora que duda de su oficio, un aliento necesario, una palmadita en el hombro llena de comprensión y compañía.

Día tras día, año tras año, el novelista se pregunta si no estará engañándose, se pregunta por qué se escriben novelas, esos largos y minuciosos estudios de las esperanzas , alegrías y desgracias de seres que, en sentido estricto, no existen.

El prólogo está escrito por uno de sus alumnos más célebres: Raymond Carver. Así que no tengo nada más que añadir.
Si uno se ha esforzado en aprender a escribir frases hermosas y sólidas, si consigue evocar a voluntad el sueño vívido y continuo que genera la obra literaria, si tiene la generosidad de tratar con consideración a los personajes imaginarios y al lector, si ha sabido conservar las virtudes de la infancia y no se contenta con obtener resultados claramente inferiores a los de la literatura que admira, la novela que escriba, tras las revisiones necesarias, será de las que pueda estar orgulloso, de las que sin duda alguien, tarde o temprano, se alegrará de publicar.


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